11 de mayo de 2010

Día I, jungla.


Mientras esperaba que pasara el tiempo en aquel bar, para regresar al colegio y tener mi maldita hora de Informática,- que por cierto, hace que salga recién a las cuatro de la tarde del colegio- pensaba y miraba la gente pasar. Concentrada, pensaba en la existencia, en el amor. Pero claro, llegó el mozo e interrumpió mi "auto terapia". Pedí un tostado y un capuchino con canela y chocolate.
Al minuto, ya había regresado a mi "auto terapia". Retomé el tema de la existencia de cada persona. Me cuestionaba porqué cada persona estaba donde estaba, porqué miraba a aquella persona que cruzaba la calle, porqué estamos donde estamos y cómo estamos... ¿bien o mal?
Desde ahí empecé a pensar en las decisiones, en aquellas que sin darnos cuenta, cambian mucho o tal vez un sencillo segundo de nuestras vidas.
Cuando comenzaba a compenetrarme en el tema, vi que mi tostado había pasado por mi rostro
-deduje que era mi pedido de hace unos minutos-, con una sonrisa amable asentí y dije gracias. No probé un bocado en ese momento. Sólo seguí mirando por el vidrio mi reflejo mientras revolvía y revolvía mi capuchino. Miré el reloj, y me percaté de que tan sólo me quedaban unos veinte minutos de tranquilidad. Fue en ese momento que tomé mi capuchino y saboreaba mi tostado de jamón y queso. Seguí pensando, por supuesto. Pero ahora, mientras no sabía lo que hacía, excepto pensar, me cuestioné sobre la soledad. ¿Por qué me siento sola en algunos momentos del día? Ahora estoy sola, sin nadie que me habla y no me siento sola. Pero quizás estoy con millones de personas alrededor mío que me preguntan y dicen cosas, y me siento más sola que el mar en en el invierno. ¿Por qué? No sé, no tengo idea. ¿Qué necesito? No sé, estoy perdida.
Cuando pensé eso, noté que se me habían llenado los ojos de lágrimas, pensé: -¡qué vergüenza, estoy acá, sola, y me emociono junto con mi inconsciente, esto es demasiado!
Luego de eso, sonreí- ya empezaba a sentirme como una loca desquiciada... Lloraba, reía sola- Pero no me importó, seguí como si nada; miré mi plato y vi que estaba vacío (Woow, ¿cuándo había terminado mi tostado?) , miré el reloj, llamé al mozo para pagar y apoyé mi rostro sobre mi mano. Cuando trajo la cuenta, se cobró. Le di justo así no tenía que volver hacia mí. Agarré mis cosas, y me dirigí al baño.
Cuando entré, no había nadie. Me miré en el espejo y vi algo que nunca había visto. Estaba diferente, como emocionada, seria, rara. Decidí entonces lavarme la cara, y recomponerme un poco.
Salí del baño, bajé las escaleras, y abrí la puerta de calle. Me preparaba para entrar en la jungla (mundo exterior, como lo quieran llamar) Allí nadie se preocupa por nadie. ¿Qué loco no?
Bueno, mañana será otro día. Hasta luego.

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